EL CASO DE LAS BRUJAS QUE SE LLEVARON A UNA SEÑORA:
Se conoce que en el año de 1930, a la señora CIELO DE SAN FERNANDO, mujer del capitán SAMUEL VIÑAS, y que vivía en compañía de la señora PETRONA ALTAHONA en la casa que hoy es de los herederos del señor Antonio Flórez, una noche la sacaron de su residencia dos brujas y se la llevaron volando, pasaron por sobre el cementerio, y la bajaron a la orilla del pozo conocido en ese entonces como “Las Sabayeses”, (alrededor de lo que hoy son “Las lomas de flojeras”), y ahí procedieron a atarla tupida y artísticamente con alambre desde los dedos pulgar de los pies hasta el pecho, de tal forma que era imposible ver parte de la piel. En la boca le ataron un trapo. La introdujeron al agua a la altura del cuello, y allí la dejaron abandonada. Al día siguiente fue encontrada, en tan lamentable estado, por quienes la andaban buscando desde el mismo momento en que se la llevaron las brujas. Dado a que no eran visibles las puntas de los alambres con que estaba su cuerpo tejido, la tarea de los primeros que intentaron desatarla les fue imposible, y solo los señores Román Luna y Sixto Arrieta (viejos que tenían la fama de cogedores de brujas) pudieron soltarla previo ritual de conjuros.
La mujer día a día fue consumiéndose, y al poco tiempo murió encaprichada, cuando ya era un esqueleto viviente.
EL CASO DEL GRITO INFERNAL:
Se sabe de un grito infernal que a media noche comenzaba a oírse por el norte y se extinguía en el sur. Los perros aullaban de espanto y terminaban hundiendo el hocico en la tierra. El grito era como un ensordecedor y larguísimo “¡¡¡AAAYYY JEEESÚS!!!”, pero no en forma completa, porque solo era inteligible “¡¡¡ AAAYYY JEEESSSSS!!!”.
Cuentan de un señor, que por la época vivía donde hoy es la casa de Rafael Sandoval, creyéndose con ánimo de descubrir el misterio de la exclamación, una noche se dispuso a esperar en medio de las cuatro esquinas. Aún tenía valor cuando lo oyó que levantaba en el norte, pero cuando ensordecedor ya lo sintió que se acercaba, salió corriendo, y sin que le diera tiempo ampararse en su casa, cayó privado a la entrada de la puerta. El tipo perdió el habla por varias horas y fue presa de grandes fríos de calentura.
EL CASO DEL CUERO VIEJO A ARRASTRA:
Hace años, muchos años, por cierto tiempo se sentía como el rodar de un gran cuero viejo y reseco, perseguido por un agudo zumbido de moscas. Decían que en los tiempos que esto acontecía, se daba una situación de peste en el pueblo.-
EL CASO DEL JINETE DECAPITADO:
Por aquellos viejos tiempos era frecuente ver caer privados de susto a trasnochadores que encontraban en las calles por donde pernoctaban, a un reluciente caballo con su jinete con la cabeza cercenada y sangrando por la parte del cuello mutilado.
EL CASO DE LA PROCESIÓN DE ÁNIMAS:
Contaban nuestros bisabuelos que cierta vez, (más exactamente un dos de noviembre, día de los fieles difuntos), una señora que a tardes horas de la noche cosía sombrero de trenza de palma en su casa, de pronto le tocaron con los nudillos de los dedos en la ventana de la sala, ventana que daba a la calle. Al abrir las puertecitas de la ventana, encontró una vela encendida. Miró a la calle, y vio una gran procesión de ánimas, que iban cubiertas de pies a cabeza arropadas con unas sábanas blancas, y que no caminaban sino que flotaban por el aire a poca altura del suelo. Presa de miedo, tomó la vela que allí le habían dejado, y procedió a apagarla, y al hacerlo, sorpresa mayúscula, al encontrarse que la tal vela se le convirtió en una canilla del muerto.-
CASO DEL MUERTO QUE PENABA DEBIDO A UNA DEUDA QUE HABÍA DEJADO:
Año de 1943. Nicasio Flórez Arrieta, que por la época tenía unos 40 años de edad, se encontraba, un medio día, cortando leña en su finca denominada “Raicero”, en jurisdicción de Yatí, cuando, de pronto, al alzar la vista, divisó que cerca de unas matas de palmas, no muy lejos de donde él se encontraba, venía su sobrino Nicasio Flórez Correa, que hacía poco tiempo había fallecido.
Ya al tenerlo junto, y no quedarle duda de la identidad del muerto, Flórez Arrieta tuvo valor para saludar a su sobrino Flórez Correa, diciéndole solamente; “¡Tocayo!”. A lo cual el fantasma le habló de la siguiente manera: “Toca… (Apócope de tocayo), dígale en Santa
Fe a mi papá que le pague a Matilde Hernández y a Elías Arroyo lo que les quedé debiendo…” y yendo como en el aire, al pié de un campano, desapareció, dándole tiempo no más a Flórez Arrieta a decirle; “¡vete en paz hermano!”…
Flórez Arrieta, de inmediato se regresó al pueblo, y aún no habiendo llegado a él, ya iba presa de frío y fiebre, estado de salud en el que permaneció por varios días. No obstante, a nadie dijo la causa de su malestar. Pero una vez mejoró, se fue a Santa Fé a donde las personas mencionadas por el muerto, y sin referirles inicialmente nada de lo acaecido, les fue preguntando si su difunto tocayo les había quedado debiendo algo, y al encontrar respuesta positiva, e indagar la cuantía, sacó el dinero para pagarles, pero como no le quisieran recibir suma alguna, los obligó a aceptar el pago, y fue entonces cuando comunicó lo de la aparición del sobrino muerto.